Salmo 35


El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: *
«No tengo miedo a Dio s, ni en su presencia.»
Porque se hace ilusión *
de que su culpa no será descubiert ni aborrecida.
Las palabras de su boca son malda d y traición, *
renunci ' a ser sensat y a obra r bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino, *
no rechaza la maldad.
Seño r, tu misericordia llegaᴗal cielo, *
tu fidelida d hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras, *
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú  socorres a hombres y animales;
¡qué  inapreciable ' es tu misericordia, oh Dios!, *
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa, *
les das a beber del torrente de tus delicias,
porqueᴗen T está la fuente viva, *
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordi con los que te reconocen, *
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisoteeel pie del soberbio, *
que no me ' eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; *
derribado s, no se pueden levantar.

[(MÚSICA)]